casa malaparte

la casa en el promontorio

La casa Malaparte proyectada por el arquitecto Adalberto Libera (1938-1940) para el escritor y periodista Curzio Malaparte (1898-1957), es producto de la arquitectura italiana de entreguerras. Ubicada en Punta Masullo, Capri, esta vivienda es resultado de una modernidad superada, de un proyecto de modernidad que como plantea Josep María Montaner se halla más relacionado con la cultura del lugar. Esta casa es una obra moderna, autónoma, pero enraizada al paisaje. Si el Movimiento Moderno, se propone resolver el problema de la vivienda no sólo satisfaciendo las necesidades físicas elementales, sino implicando una nueva manera de habitar vinculada a la disolución de los sistemas sociales tradicionales a través de modelos maquinistas; en la Casa Malaparte aparece una búsqueda distinta que reinterpreta las particularidades del sitio, la condición única de lugar.
Adalberto Llibera (1903-1963) habiendo cursado estudios de matemáticas y arte, se inscribe en la Escuela Regia de Arquitectura de Roma y participa luego del racionalista Gruppo 7 junto a Luigi Figini, Guido Frette, Giuseppe Terragni, Sebastiano Larco, Gino Pollini y Carlo Enrico Rava, que se manifiesta por primera vez en la Ressegna Italiana en 1926 y a través de su “Nota” afirma que “Nuestro pasado y nuestro presente no son incompatibles. No deseamos ignorar nuestra herencia tradicional. Es la tradición la que se transforma a sí misma y asume nuevos aspectos sólo identificables para unos pocos”. Así se comprometen a explorar un terreno situado entre el lenguaje del Novecento, movimiento que surge en Italia al terminar la primera guerra mundial, iniciado por Giovanni Muzio, como parte de una mayor expresión que en pintura se representa a través del movimiento Valori Plastici dirigido por Giorgio Di Chirico; el legado de los futuristas y una reinterpretación de la tradición. Libera es el promotor de la Primera Exposición Italiana de Arquitectura Racional; entre 1930 y 1932 es electo secretario nacional del MIAR ( Movimiento Italiano per lÁrchitetura Razionale), organismo oficial que se constituye por breve tiempo ya que recibe la reacción de la Unión Nacional de Arquitectos, influenciada por Marcelo Piacentini, quien lidera la arquitectura del gobierno de Mussolini. Sin embargo los racionalistas acompañan también al fascismo. En el año siguiente Libera está al cuidado del arreglo de las exposiciones temporarias y participa con el edificio Palacio de los Congresos en el EUR 42, “Esposizione Universale Roma 42” destinado por Mussolini a constituirse en el núcleo de la tercera Roma. Los propios hechos políticos y bélicos no sólo impedirán la Exposición sino también la finalización de las obras.
“Nuestro pasado y nuestro presente no son incompatibles. No deseamos ignorar nuestra herencia tradicional. Es la tradición la que se transforma a sí misma y asume nuevos aspectos sólo identificables para unos pocos”.
Al mismo tiempo, proyecta la Villa Malaparte en Capri (1938-43), obra fuera de la ciudad, que se enrola como producción en la valoración de la experiencia de la Europa Mediterránea, sumándose a una búsqueda que considera la relación con el lugar como una condición singular, dejando de lado la uniformidad y repetición de la arquitectura industrializada por respuestas más expresivas. Esta particular relación con el sitio, luego será teorizada por Ernesto Nathan Rogers en sus editoriales de la revista Casabella-Continuitá, que dirigirá a partir de 1953. Más tarde, Libera comprometido con el apoyo en la post-guerra, trabajará en el problema de reconstrucción de la residencias de masas; se dedicará en seguida a la instrucción universitaria, actividad que desenvuelve desde 1953 hasta 1963, el año de su muerte.

Una morada que evoca el rito.

En 1938 Curzio Malaparte, le pide al arquitecto Adalberto Libera que proyecte su casa en Punta Masullo, Capri. La casa que siguiendo el proyecto de Libera, será desarrollada por Amiltrano, un constructor de la isla y el propio Malaparte, apenas fue utilizada como vivienda, siendo donada por el dueño a la República Popular China y convirtiéndose luego en sede de una fundación.
La singularidad de esta vivienda parte de su emplazamiento fuera de la ciudad. Ubicada en lo alto de un acantilado sobre el mar Mediterráneo, la casa se levanta mirando hacia el sol, sobre una roca que entra en el mar, acentuando la sensación de distancia e inaccesibilidad, recreando la necesidad de los hombres de acercarse al cielo. El sitio elegido por Malaparte para edificar su morada reúne cielo y agua, apareciendo esta unidad inmensa como la primera estructura espacial, y allí se establece el edificio con su eje ascensional proyectando su dimensión de lo sagrado. Así la casa concebida como una unidad originaria, es la expresión de la comunión de los dos mundos que definen su universo, el celeste y el oscuro. Dos aspectos que conviven, se funden y se confunden en una sola imagen determinada por la intersección entre los pares cielo-tierra y mortales-divinos; a la manera de la cuadratura que Heidegger plantea en su texto Construir, habitar, pensar; convirtiendo este lugar indeterminado en un sitio irrepetible y particular.
La casa en el promontorio, casi como tallada en la piedra; una construcción geométrica, un prisma que es reflejo de la montaña; nos anuncia ante todo su relación con la naturaleza bajo la forma del mito. Precisamente los templos griegos buscaban la reconciliación con la naturaleza considerando a la tierra como una verdadera fuerza que contenía físicamente los poderes que regían el universo, entendiendo la relación particular con el lugar bajo la advocación de un dios en relación a algún accidente natural. El propio Aristóteles en su Física diferencia el concepto de lugar desde lo empírico y delimitado, del de uno más genérico de espacio, utilizando el concepto de topos para determinar el carácter del lugar. En los años 50 y 60 autores como Vincent Scully con The earth, the temple and the gods y Cristian Norberg Schulz con Existencia, espacio y arquitectura y luego con Genius loci. Paesaggio, ambiente, architettura desarrollan la relación de los dioses y los templos con el paisaje. Rossi en su libro La arquitectura de la ciudad también plantea la singularidad de esta relación cuando dice “se ha señalado muchas veces el valor del ‘locus’, entendiendo con ello cierta relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar. La elección de un lugar para una construcción concreta como para una ciudad, tenía un valor preeminente en el mundo clásico; la situación, el sitio, estaba gobernado por el ‘genius loci’, por la divinidad local, una divinidad precisamente de tipo intermedio que presidía cuanto se desarrollaba en ese mismo lugar.”
La casa Malaparte se destaca en el paisaje con su inquietante unidad, mostrándose como una caja cerrada que se proyecta desde la cubierta-escalera hacia el abismo. Esta cubierta ascensional, al mismo tiempo ciudadela, mirador, teatro y altar, evoca el rito y el lugar de sacrificio; y en este ascenso hacia el triunfo, alejándose de lo humano, pretende una imagen de lo eterno a través de una recurrencia cíclica que puede aliviar lo irreversible del paso del tiempo. El edificio a través de su perfil oblicuo que se alza hacia el cielo, del recurso del recorrido diseñado con las múltiples escalinatas, retoma el significado de los antiguos rituales, donde el pasado heroico de los dioses y antepasados se perpetúa en la recreación de las hazañas, a través de lo intemporal y arquetípico de la obra perfectamente orientada. Sin embargo esta permanencia universal también se manifiesta desde su esencia individual, poniendo así en juego a la naturaleza, en movimiento y paralizada, en vigilia y como sueño, estable e inestable, real e ilusoria, mostrándonos el devenir y la muerte. A tal punto se ofrece al juego de la naturaleza y el sol que la casa no presenta una base de apoyo, sino que crece desde las irregularidades de la piedra; tampoco una cubierta la corona sino que se funde con el propio recorrido de la montaña a través de la resolución de la cubierta-escalera. En los años 50 y 60 autores como Vincent Scully con The earth, the temple and the gods y Cristian Norberg Schulz con Existencia, espacio y arquitectura y luego con Genius loci. Paesaggio, ambiente, architettura desarrollan la relación de los dioses y los templos con el paisaje. Rossi en su libro La arquitectura de la ciudad también plantea la singularidad de esta relación cuando dice “se ha señalado muchas veces el valor del ‘locus’, entendiendo con ello cierta relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar. La elección de un lugar para una construcción concreta como para una ciudad, tenía un valor preeminente en el mundo clásico; la situación, el sitio, estaba gobernado por el ‘genius loci’, por la divinidad local, una divinidad precisamente de tipo intermedio que presidía cuanto se desarrollaba en ese mismo lugar.”
Libera proyecta como respuesta a la conjunción cielo, tierra y agua un edificio que surge del acantilado con una geometría pura, confrontando la tectonicidad con la emoción .Si ascendemos por el recorrido propuesto, andando sobre la roca, ninguna imagen expresa con más contundencia esta dualidad de restricción y exuberancia, disciplina y delirio, inteligencia racional y ciega intuición, que la conciliación entre la geometría de la casa y a un paso la roca bruta y salvaje y el mar, cifrando la sacralidad del paisaje. La casa Malaparte devela su relación única con el universo. Encarna lo singular del lugar al intersectar en el edificio las variables tiempo y espacio con el suelo, concretando así un espacio existencial, en tanto es interpretado como una dimensión de la existencia humana más que como una dimensión del pensamiento. Este concepto ha sido desarrollado por Christian Norberg-Schulz en su teoría de la arquitectura definiéndolo como “una concretización de esquemas ambientales o imágenes que son una parte necesaria de la orientación general del hombre o de su estar en el mundo”. También Maurice Merleau Ponty en su Fenomenología de la Percepción, lo interpreta como el lugar de una experiencia de relación con el mundo, pensando en un ser esencialmente situado en relación con su medio a través de la experiencia corporal. Así la experiencia fruitiva que incorpora el goce como algo activo en la valoración del espacio, comienza instalando el propio cuerpo como la primera morada, ubicándolo en relación a la casa y al paisaje. Ciertamente por eso Curzio Malaparte habrá arribado a este sitio eligiéndolo para edificar su morada, nombrándola como ‘la casa come me”. Es su manera de estar en el mundo, ya que habitamos el espacio vital según nuestro imaginario, y así nos enraizamos en un rincón elegido en la tierra. “El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del geómetra. Es vivido. Y es vivido, no en su positividad, sino con todas las parcialidades de la imaginación”. En sus estudios fenomenológicos, esto nos dice Gastón Bachelard y además nos invita a meditar en la casa como nuestro primer universo, nuestro espacio de intimidad donde se revela la función primera de habitar.En los años 50 y 60 autores como Vincent Scully con The earth, the temple and the gods y Cristian Norberg Schulz con Existencia, espacio y arquitectura y luego con Genius loci. Paesaggio, ambiente, architettura desarrollan la relación de los dioses y los templos con el paisaje. Rossi en su libro La arquitectura de la ciudad también plantea la singularidad de esta relación cuando dice “se ha señalado muchas veces el valor del ‘locus’, entendiendo con ello cierta relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar. La elección de un lugar para una construcción concreta como para una ciudad, tenía un valor preeminente en el mundo clásico; la situación, el sitio, estaba gobernado por el ‘genius loci’, por la divinidad local, una divinidad precisamente de tipo intermedio que presidía cuanto se desarrollaba en ese mismo lugar.”
La morada convertida en el centro mismo del cosmos. El universo concentrado en la casa , la inmensidad que la viene a habitar. La casa frente al espectáculo de la naturaleza que lleva el signo del infinito. La dialéctica de esta casa universo no sólo se manifiesta en su emplazamiento sino también en su organización. La entrada en principio indiferenciada con otra serie de huecos que se abren en las paredes, recibe una multitud de caminos y escalinatas. El resto de los huecos resueltos desde dentro hacia fuera, con tamaños y posiciones diferentes funcionan como planos para la contemplación de la naturaleza a ambos lados de la costa; el universo entra en la casa. El prisma se ubica con su eje mayor siguiendo la orientación alargada del promontorio como un volumen oblicuo definido por la altura de tres plantas, una para servicio, otra para sala principal e invitados y la última para el escritor, y la terraza que lo cierra como extensión de la escalinata en comunión con el paisaje pero al mismo tiempo desafiándolo. Ubicados ya en su interior en la sala principal aflora la inmensidad que está en nosotros, una inmensidad interior que da un verdadero significado al paisaje que se ofrece a nuestra vista, la inmensidad del paisaje resuena en la inmensidad de nuestro ser íntimo. Más allá de su ubicación de ciudadela, el interior de esta caja hermética produce la sensación de una cueva, imagen que remite a la ceremonia más primitiva de reunión, como dice Mumford “el primer germen de reunión”. El recorrido al ingresar a la casa, es acompañado especialmente en la gran sala por los distintos huecos en posición y tamaño que abren el interior hacia un universo natural abrumador, con el hogar para la ceremonia del fuego, mientras que las dos puertas iguales que aparecen allí nos conducen en un movimiento sin retorno a distintas habitaciones. Esta imagen de lo subterráneo nos acerca a la irracionalidad de lo profundo. La Casa Malaparte representa una obra de arquitectura moderna y autónoma pero que reinterpreta la condición única del lugar. Paradójicamente esta vivienda siguiendo un programa doméstico responde al concepto de sitio monumental ya que evoca sucesos comunes a la memoria colectiva, asociados a antiguos saberes, mitos y formas, integrando un sistema simbólico que recrea el paisaje, la topografía y el orden cósmogónico. Como resultado de la unión Malaparte-Libera esta casa con su potente unidad, tanto en lo tipológico como en lo simbólico celebra el carácter mítico de la naturaleza. Los elementos característicos que la definen, la escalinta-terraza, el volumen único y hermético, los huecos desplazados y las múltiples escaleras que confluyen en la entrada responden a esta naturaleza teatralizada. A través de su dicotomía entre el interior y el exterior, el arriba y el abajo, el universo y la cueva, lo inmenso y lo íntimo, lo apolíneo y lo dionisíaco este edificio celebra lo infinito del paisaje y las fuerzas cósmicas. La morada se ha convertido en ofrenda y conjuración. Así la experiencia fruitiva que incorpora el goce como algo activo en la valoración del espacio, comienza instalando el propio cuerpo como la primera morada, ubicándolo en relación a la casa y al paisaje. Ciertamente por eso Curzio Malaparte habrá arribado a este sitio eligiéndolo para edificar su morada, nombrándola como ‘la casa come me”. Es su manera de estar en el mundo, ya que habitamos el espacio vital según nuestro imaginario, y así nos enraizamos en un rincón elegido en la tierra. “El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del geómetra. Es vivido. Y es vivido, no en su positividad, sino con todas las parcialidades de la imaginación”. En sus estudios fenomenológicos, esto nos dice Gastón Bachelard y además nos invita a meditar en la casa como nuestro primer universo, nuestro espacio de intimidad donde se revela la función primera de habitar.En los años 50 y 60 autores como Vincent Scully con The earth, the temple and the gods y Cristian Norberg Schulz con Existencia, espacio y arquitectura y luego con Genius loci. Paesaggio, ambiente, architettura desarrollan la relación de los dioses y los templos con el paisaje. Rossi en su libro La arquitectura de la ciudad también plantea la singularidad de esta relación cuando dice “se ha señalado muchas veces el valor del ‘locus’, entendiendo con ello cierta relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar. La elección de un lugar para una construcción concreta como para una ciudad, tenía un valor preeminente en el mundo clásico; la situación, el sitio, estaba gobernado por el ‘genius loci’, por la divinidad local, una divinidad precisamente de tipo intermedio que presidía cuanto se desarrollaba en ese mismo lugar.”
Más allá de su ubicación de ciudadela, el interior de esta caja hermética produce la sensación de una cueva, imagen que remite a la ceremonia más primitiva de reunión, como dice Mumford “el primer germen de reunión”. El recorrido al ingresar a la casa, es acompañado especialmente en la gran sala por los distintos huecos en posición y tamaño que abren el interior hacia un universo natural abrumador, con el hogar para la ceremonia del fuego, mientras que las dos puertas iguales que aparecen allí nos conducen en un movimiento sin retorno a distintas habitaciones. Esta imagen de lo subterráneo nos acerca a la irracionalidad de lo profundo. La Casa Malaparte representa una obra de arquitectura moderna y autónoma pero que reinterpreta la condición única del lugar. Paradójicamente esta vivienda siguiendo un programa doméstico responde al concepto de sitio monumental ya que evoca sucesos comunes a la memoria colectiva, asociados a antiguos saberes, mitos y formas, integrando un sistema simbólico que recrea el paisaje, la topografía y el orden cósmogónico. Como resultado de la unión Malaparte-Libera esta casa con su potente unidad, tanto en lo tipológico como en lo simbólico celebra el carácter mítico de la naturaleza. Los elementos característicos que la definen, la escalinta-terraza, el volumen único y hermético, los huecos desplazados y las múltiples escaleras que confluyen en la entrada responden a esta naturaleza teatralizada. A través de su dicotomía entre el interior y el exterior, el arriba y el abajo, el universo y la cueva, lo inmenso y lo íntimo, lo apolíneo y lo dionisíaco este edificio celebra lo infinito del paisaje y las fuerzas cósmicas. La morada se ha convertido en ofrenda y conjuración. Así la experiencia fruitiva que incorpora el goce como algo activo en la valoración del espacio, comienza instalando el propio cuerpo como la primera morada, ubicándolo en relación a la casa y al paisaje. Ciertamente por eso Curzio Malaparte habrá arribado a este sitio eligiéndolo para edificar su morada, nombrándola como ‘la casa come me”. Es su manera de estar en el mundo, ya que habitamos el espacio vital según nuestro imaginario, y así nos enraizamos en un rincón elegido en la tierra. “El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del geómetra. Es vivido. Y es vivido, no en su positividad, sino con todas las parcialidades de la imaginación”. En sus estudios fenomenológicos, esto nos dice Gastón Bachelard y además nos invita a meditar en la casa como nuestro primer universo, nuestro espacio de intimidad donde se revela la función primera de habitar.En los años 50 y 60 autores como Vincent Scully con The earth, the temple and the gods y Cristian Norberg Schulz con Existencia, espacio y arquitectura y luego con Genius loci. Paesaggio, ambiente, architettura desarrollan la relación de los dioses y los templos con el paisaje. Rossi en su libro La arquitectura de la ciudad también plantea la singularidad de esta relación cuando dice “se ha señalado muchas veces el valor del ‘locus’, entendiendo con ello cierta relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar. La elección de un lugar para una construcción concreta como para una ciudad, tenía un valor preeminente en el mundo clásico; la situación, el sitio, estaba gobernado por el ‘genius loci’, por la divinidad local, una divinidad precisamente de tipo intermedio que presidía cuanto se desarrollaba en ese mismo lugar.”
La Casa Malaparte representa una obra de arquitectura moderna y autónoma pero que reinterpreta la condición única del lugar. Paradójicamente esta vivienda siguiendo un programa doméstico responde al concepto de sitio monumental ya que evoca sucesos comunes a la memoria colectiva, asociados a antiguos saberes, mitos y formas, integrando un sistema simbólico que recrea el paisaje, la topografía y el orden cósmogónico. Como resultado de la unión Malaparte-Libera esta casa con su potente unidad, tanto en lo tipológico como en lo simbólico celebra el carácter mítico de la naturaleza. Los elementos característicos que la definen, la escalinta-terraza, el volumen único y hermético, los huecos desplazados y las múltiples escaleras que confluyen en la entrada responden a esta naturaleza teatralizada. A través de su dicotomía entre el interior y el exterior, el arriba y el abajo, el universo y la cueva, lo inmenso y lo íntimo, lo apolíneo y lo dionisíaco este edificio celebra lo infinito del paisaje y las fuerzas cósmicas. La morada se ha convertido en ofrenda y conjuración. Así la experiencia fruitiva que incorpora el goce como algo activo en la valoración del espacio, comienza instalando el propio cuerpo como la primera morada, ubicándolo en relación a la casa y al paisaje. Ciertamente por eso Curzio Malaparte habrá arribado a este sitio eligiéndolo para edificar su morada, nombrándola como ‘la casa come me”. Es su manera de estar en el mundo, ya que habitamos el espacio vital según nuestro imaginario, y así nos enraizamos en un rincón elegido en la tierra. “El espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del geómetra. Es vivido. Y es vivido, no en su positividad, sino con todas las parcialidades de la imaginación”. En sus estudios fenomenológicos, esto nos dice Gastón Bachelard y además nos invita a meditar en la casa como nuestro primer universo, nuestro espacio de intimidad donde se revela la función primera de habitar.En los años 50 y 60 autores como Vincent Scully con The earth, the temple and the gods y Cristian Norberg Schulz con Existencia, espacio y arquitectura y luego con Genius loci. Paesaggio, ambiente, architettura desarrollan la relación de los dioses y los templos con el paisaje. Rossi en su libro La arquitectura de la ciudad también plantea la singularidad de esta relación cuando dice “se ha señalado muchas veces el valor del ‘locus’, entendiendo con ello cierta relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que están en aquel lugar. La elección de un lugar para una construcción concreta como para una ciudad, tenía un valor preeminente en el mundo clásico; la situación, el sitio, estaba gobernado por el ‘genius loci’, por la divinidad local, una divinidad precisamente de tipo intermedio que presidía cuanto se desarrollaba en ese mismo lugar.”

Ficha técnica de la obra

Obra: Casa Malaparte

Ubicación: Punta Masullo, Capri

Autor/ es: Proyectada por Adalberto Libera y dirigida por Curcio Malaparte 

Función original: vivienda

Función actual: sede de una Fundación 

Año de proyecto: 1938 – 1940

Año de conclusión: 1943

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